-No
cabe duda; aquí vive mi desconocida
-murmuró el joven en voz baja sin
apartar un punto sus ojos de la ventana
gótica;- aquí vive. Ella entró
por el postigo de San Saturio... por el
postigo de San Saturio se viene a este barrio...
en este barrio hay una casa, donde pasada
la media noche aún hay gente en vela...
¿En vela? ¿Quién sino
ella, que vuelve de sus nocturnas excursiones,
puede estarlo a estas horas?... No hay más;
ésta es su casa.
En esta firme persuasión, y revolviendo
en su cabeza las más locas y fantásticas
imaginaciones, esperó el alba frente
a la ventana gótica, de la que en
toda la noche no faltó la luz ni
él separó la vista un momento.
“Kein Zweifel! Hier lebt meine Unbekannte“,
murmelte der junge Man mit leiser Stimme,
ohne seinen Blick auch nur einwenig vom gotischen
Bogenfenster abzuwenden, „hier lebt
sie. Sie trat durch die Hintertür des
San Saturio... durch die Hintertür des
San Saturio kommt man in dieses Viertel...
in diesem Viertel hat es ein Haus, in welchem
auch noch nach Mitternacht Leute wach sind...
Schlaflos? Wer, außer ihr, der von seinen
nächtlichen Streifzügen zurückkehrt,
kann zu dieser Stunde wach sein?... Es ist
selbstverständlich; dies ist ihr Haus.“
Mit dieser festen Überzeugung, und
es kehrten die verrücktesten und fantastischsten
Vorstellungen in seinen Kopf zurück,
wartete er gegenüber des gotischen
Fensters, in dem die ganze Nacht das Licht
brannte und von dem er seinen Blick keinen
Moment abwandte, auf die Morgendämmerung.