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VIII.- Una fórmula de la vida
VIII.- Eine Lebensformel

El año siguiente, el cuarto de carrera, había para los alumnos, y sobre todo para
Andrés Hurtado, un motivo de curiosidad: la clase de don José de Letamendi.
Letamendi era de estos hombres universales que se tenían en la España de hace unos años; hombres universales a quienes no se les conocía ni de nombre pasados los Pirineos.
Un desconocimiento tal en Europa de genios tan trascendentales, se explicaba
por esa hipótesis absurda, que aunque no la defendía nadie claramente, era aceptada por todos, la hipótesis del odio y la mala fe internacionales que hacía que las cosas grandes de España fueran pequeñas en el extranjero y viceversa.
Letamendi era un señor flaco, bajito, escuálido, con melenas grises y barba blanca. Tenía cierto tipo de aguilucho, la nariz corva, los ojos hundidos y brillantes.

Se veía en él un hombre que se había hecho una cabeza, como dicen los franceses. Vestía siempre levita algo entallada, y llevaba un sombrero de copa de alas planas, de esos sombreros clásicos de los melenudos profesores de la Sorbona. En San Carlos corría como una verdad indiscutible que Letamendi era un genio; uno de esos hombres águilas que se adelantan a su tiempo; todo el mundo le encontraba abstruso porque hablaba y escribía con gran empaque un lenguaje medio filosófico, medio literario.

Im folgenden Jahr, dem vierten des Studiums, gab es für die Schüler und vor allem für Andrés Hurtado einen Grund zur Neugier; den Unterricht von Don José de Letamendi. Letamendi war einer dieser vielseitig begabten Männer, die man in Spanien seit einigen Jahren hatte; vielseitig begabte Männer, von denen man die Namen jenseits der Pyrenäen nicht kannte. Dass man so bedeutende Genies in Europa nicht kannte, erklärte man mit der absurden Hypothese von internationalem Hass und böser Absicht, und obwohl sie von niemandem klar verteidigt wurde, so wurde sie doch von allen akzeptiert und bewirkte, dass Spaniens grosse Dinge im Ausland klein erschienen und umgekehrt. Letamendi war ein hagerer, kleiner, magerer Mann mit grauer Langhaarmähne und weissem Bart. Er war der gewisse Typ eines sehr schlauen Menschen mit Hakennase und tief liegenden und leuchtenden Augen. Man erkannte in ihm einen Mann, der seinen Kopf nach seinen eigenen Vorstellung geformt hatte, wie die Franzosen sagen.Er hatte immer einen leicht taillierten Gehrock an, trug einen Zylinderhut mit flacher Krempe, einen von diesen klassischen Hüten der langhaarigen Professoren der Sorbonne. Im San Carlos hörte man als unumstrittene Wahrheit, dass Letamendi ein Genie war, einer dieser schlauen Männer, die ihrer Zeit voraus sind; die ganze Welt fand ihn unverständlich, weil er sich in Wort und Schrift in einer halb philosophischen halb literarischen Sprache, sehr gespreizt ausdrückte.

Andrés Hurtado, que se hallaba ansioso de encontrar algo que llegase al fondo de los problemas de la vida, comenzó a leer el libro de Letamendi con entusiasmo. La aplicación de las Matemáticas a la Biología le pareció admirable. Andrés fue pronto un convencido. Como todo el que cree hallarse en posesión de una verdad tiene cierta tendencia de proselitismo, una noche Andrés fue al café donde se reunían Sañudo y sus amigos a hablar de las doctrinas de Letamendi, a explicarlas y a comentarlas. Estaba como siempre Sañudo con varios estudiantes de ingenieros.

Hurtado se reunió con ellos y aprovechó la primera ocasión para llevar la conversación al terreno que deseaba y expuso la fórmula de la vida de Letamendi e intentó explicar los corolarios que de ella deducía el autor.
Al decir Andrés que la vida, según Letamendi, es una función indeterminada entre la energía individual y el cosmos, y que esta función no puede ser más que suma, resta, multiplicación y división, y que no pudiendo ser suma, ni resta, ni división, tiene que ser multiplicación, uno de los amigos de Sañudo se echó a reír.

Andrés Hurtado, der darauf erpicht war, etwas zu finden, das ihm Aufschluss über den Sinn des Lebens gab, begann, Letamendis Buch mit grosser Begeisterung zu lesen. Die Verwendung der Mathematik in der Biologie schien ihm bewunderungswürdig. Andrés war schnell überzeugt. Wie jeder eine gewisse Tendenz zum Bekehrungseifer hat, der sich im Besitz einer Wahrheit glaubt, ging Andrés eines Nachts ins Café, wo sich Sañudo und seine Freunde trafen, um mit ihnen über Letamendis Doktrinen zu reden, sie zu erklären und zu kommentieren. Wie immer war Sañudo mit verschiedenen Ingenieurstudenten zusammen. Hurtado setzte sich zu ihnen und nutzte die erste Gelegenheit, die Sprache auf den Bereich, den er wollte, zu bringen, legte Letamendis Lebensformel dar und versuchte, die Korollarien zu erklären, von denen der Autor sie ableitete. Als Andrés sagte, dass das Leben gemäss Letamendi eine unendliche Funktion zwischen der individuellen und der kosmischen Energie sei, und dass diese Funktion nicht mehr als Addition, Subtraktion, Multiplikation und Division sein könne, und dass sie weder Addition noch Subtraktion noch Division sein könne, sondern Multiplikation sein müsse, begann einer von Sañudos Freunden zu lachen.

— ¿Por qué se ríe usted? —le preguntó Andrés, sorprendido.
—Porque en todo eso que dice usted hay una porción de sofismas y de falsedades.
Primeramente hay muchas más funciones matemáticas que sumar, restar, multiplicar y dividir.
— ¿Cuáles?
—Elevar a potencia, extraer raíces... Después, aunque no hubiera más que cuatro funciones matemáticas primitivas, es absurdo pensar que en el conflicto de estos dos elementos la energía de la vida y el cosmos, uno de ellos, por lo menos, heterogéneo y complicado, porque no haya suma, ni resta, ni división, ha de haber multiplicación. Además, sería necesario demostrar por qué no puede haber suma, por qué no puede haber resta y por qué no puede haber división.
Después habría que demostrar por qué no puede haber dos o tres funciones simultáneas. No basta decirlo.
—Pero eso lo da el razonamiento.
—No, no; perdone usted —replicó el estudiante—. Por ejemplo, entre esa mujer y yo puede haber varias funciones matemáticas: suma, si hacemos los dos una misma cosa ayudándonos; resta, si ella quiere una cosa y yo la contraria y vence uno de los dos contra el otro; multiplicación, si tenemos un hijo, y división si yo la corto en pedazos a ella o ella a mí.

„Warum lachen Sie?“, fragte ihn Andrés überrascht.
„Weil es in allem, was Sie sagen, eine Portion von Sufismus und Unwahrheit hat. Es gibt erst einmal sehr viel mehr mathematische Funktionen als Addition, Subtraktion, Multiplikation und Division.“
„Welche?“
„Potenzieren, radizieren...
Und dann, obwohl es nicht mehr als vier mathematische Grundoperationen gibt, ist es absurd zu denken, dass es im Konflikt dieser zwei Elemente der Energie des Lebens und des Kosmos, wenigstens eines von ihnen heterogen und kompliziert, Multiplikation sein muss, weil es weder Addition, noch Subtraktion, noch Division gibt. Zudem wäre es nützlich zu demonstrieren, warum es keine Addition sein kann, warum es keine Subtraktion sein kann und warum es keine Division sein kann. Es genügt nicht, es zu sagen.“

„Aber dies bestimmt der Gedankengang.“
„Nein, nein, entschuldigen Sie“, entgegnete der Student. „Zwischen dieser Frau und mir kann es zum Beispiel verschiedene mathematische Funktionen geben: Addition, wenn wir zwei eine gleiche Sache tun und uns dabei helfen; Subtraktion, wenn sie eine Sache will und ich das Gegenteil und wenn dann einer der Zwei den Andern besiegt; Multiplikation, wenn wir einen Sohn haben und Division, wenn ich sie in Stücke schneide oder sie mich.“


—Eso es una broma —dijo Andrés.
—Claro que es una broma —replicó el estudiante—, una broma por el estilo de las de su profesor; pero que tiende a una verdad, y es que entre la fuerza de la vida y el cosmos hay un infinito de funciones distintas: sumas, restas, multiplicaciones, de todo, y que además es muy posible que existan otras funciones que no tengan expresión matemática.

Andrés Hurtado, que había ido al café creyendo que sus preposiciones convencerían a los alumnos de ingenieros, se quedó un poco perplejo y cariacontecido al comprobar su derrota.
Leyó de nuevo el libro de Letamendi, siguió oyendo sus explicaciones y se
convenció de que todo aquello de la fórmula de la vida y sus corolarios, que al principio le pareció serio y profundo, no eran más que juegos de prestidigitación, unas veces ingeniosos, otras veces vulgares, pero siempre sin realidad alguna, ni metafísica, ni empírica. Todas estas fórmulas matemáticas y su desarrollo no eran más que vulgaridades
disfrazadas con un aparato científico, adornadas por conceptos retóricos que la papanatería de profesores y alumnos tomaba como visiones de profeta.

„Das ist ein Scherz“, sagte Andrés.
„Klar, es ist ein Scherz“, erwiderte der Student, „ein Scherz im Stil ihres Professors; aber er zielt auf eine Wahrheit hin, und es ist so, dass es zwischen der Lebenskraft und der Energie des Kosmos unendlich viele verschiedene Funktionen gibt: Additionen, Subtraktionen, Multiplikationen, in allem, und zudem ist es sehr wahrscheinlich, dass andere Funktionen existieren, die nicht auf Mathematik beruhen.“
Andrés Hurtado, der ins Café gegangen war, weil er glaubte, seine Ausführungen würden die Ingenieurstudenten überzeugen, war etwas perplex und betroffen, als er seine Niederlage erkannte. Er las Letamendis Buch von neuem, hörte seinen Erklärungen weiterhin zu und überzeugte sich davon, dass all das über die Lebensformel und das Korollarium, das ihm anfänglich ernsthaft und tiefgründig erschien, nicht mehr als Taschenspielereien waren, manchmal durchdachte, dann wieder alltägliche, aber immer ohne jegliche Realität, weder metaphysische noch empirische. Alle diese mathematischen Formeln und ihre Entwicklung waren nicht mehr als mit einem wissenschaftlichen Gerät maskierte Vulgaritäten, verziert mit rednerischen Konzepten, und die Trotteligkeit der Professoren und Studenten nahm diese wie die Visionen des Propheten auf.

Por dentro, aquel buen señor de las melenas, con su mirada de águila y su
diletantismo artístico, científico y literario; pintor en sus ratos de ocio, violinista y compositor y genio por los cuatro costados, era un mixtificador audaz con ese fondo aparatoso y botarate de los mediterráneos.

 

Su único mérito real era tener condiciones de literato, de hombre de talento verbal.

La palabrería de Letamendi produjo en Andrés un deseo de asomarse al mundo filosófico y con este objeto compró en unas ediciones económicas los libros de Kant, de Fichte y de Schopenhauer.
Leyó primero “La Ciencia del Conocimiento”, de Fichte, y no pudo enterarse de nada. Sacó la impresión de que el mismo traductor no había comprendido lo que traducía; después comenzó la lectura de “Parerga y Paralipomena”, y le pareció un libro casi ameno, en parte cándido, y le divirtió más de lo que suponía.

Im Innern war dieser gute Mann mit der Mähne, mit seinem Adlerblick und seinem künstlerischen Diletantismus, Wissenschaftler und Literat, Maler in seinen Momemten der Musse, Geiger und Komponist und Genie von nobler Herkunft, ein verwegener Fälscher mit diesem spektakulären und unbesonnenen Wesen der Südländer. Sein einziges wirkliches Verdienst war, dass er die Veranlagungen eines Literaten, eines Mannes mit verbalem Talent hatte. Letamendis Geschwätz rief in Andrés den Wunsch hervor, sich an die philosophische Welt heranzuwagen, und mit diesem Ziel kaufte er die Bücher von Kant, von Fichte und von Schopenhauer in Billigausgaben. Zuerst las er “Die Wissenschaft des Bewusstseins” von Fichte, und er verstand nichts. Er hatte den Eindruck, dass der Übersetzer nicht verstanden hatte, was er übersetzte; nachher begann er die Lekture von „Parerga und Paralipomena“ und es schien ihm ein beinahe unterhaltsames Buch zu sein, teilweise naiv, und es heiterte ihn mehr auf, als er vermutete.

Por último, intentó descifrar “La crítica de la razón pura”. Veía que con un esfuerzo de atención podía seguir el razonamiento del autor como quien sigue el desarrollo de un teorema matemático; pero le pareció demasiado esfuerzo para su cerebro y dejó Kant para más adelante, y siguió leyendo a Schopenhauer, que tenía para él el atractivo de ser un consejero chusco y divertido.

Algunos pedantes le decían que Schopenhauer había pasado de moda, como si la labor de un hombre de inteligencia extraordinaria fuera como la forma de un sombrero de copa. Los condiscípulos, a quien asombraban estos buceamientos de Andrés Hurtado, le decían:
—¿Pero no te basta con la filosofía de Letamendi?
—Si eso no es filosofía ni nada —replicaba Andrés—. Letamendi es un hombre sin una idea profunda; no tiene en la cabeza más que palabras y frases. Ahora, como vosotros no las comprendéis, os parecen extraordinarias.

Zuletzt versuchte er “Die Kritik der reinen Vernunft” zu entziffern. Er sah, dass er mit der Kraft der Aufmerksamkeit den Gedankengängen des Autors folgen konnte, wie jemand, der der Entwicklung eines mathematischen Lehrsatzes folgt; es dünkte ihn aber eine zu grosse Anstrengung für sein Gehirn zu sein, liess Kant für später sein und las Schopenhauer weiter, der für ihn die Atraktivität eines witzigen und vergnüglichen Ratgebers hatte. Einige Pedanten sagten ihm, dass Schopenhauer aus der Mode sei, als ob das Werk eines Mannes mit aussergewöhnlicher Intelligenz wie die Form eines Zylinderhutes wäre. Die Mitschüler, die über dieses grüblerische Sinnen von Andrés Hurtado erstaunt waren, sagten zu ihm:“Aber hast du nicht genug mit Letamendis Philosophie?”

„Wirklich, dies ist weder Philosophie noch überhaupt nichts“, antwortete Andrés. „Letamendi ist ein Mann ohne tiegründige Gedanken; er hat in seinem Kopf nicht mehr als Wörter und Sätze. Nun, da ihr sie nicht versteht, erscheinen sie euch aussergewöhnlich.“

 


El verano, durante las vacaciones, Andrés leyó en la Biblioteca Nacional algunos libros filosóficos nuevos de los profesores franceses e italianos y le sorprendieron. La mayoría de estos libros no tenían más que el título sugestivo; lo demás era una eterna divagación acerca de métodos y clasificaciones. A Hurtado no le importaba nada la cuestión de los métodos y de las clasificaciones, ni saber si la Sociología era una ciencia o un ciempiés inventado por los sabios; lo que quería encontrar era una orientación, una verdad espiritual y práctica al mismo tiempo.

Während der Ferien im Sommer las Andrés in der Nationalbibliothek einige neue Bücher der französischen und italienischen Professoren und sie überraschten ihn. Die Mehrheit dieser Bücher hatten nicht mehr als den eindrucksvollen Titel; der Rest war ein unendliches Gefasel über Methoden und Einteilungen. Für Hurtado waren weder die Fragen über Methoden und Einteilungen wichtig, noch zu wissen, ob die Soziologie eine Wissenschaft oder eine Arbeit ohne Hand und Fuss, von den Gelehrten erfunden, ist; was er finden wollte, war eine Orientierung, eine gleichzeitig spirituelle und praktische Wahrheit.

Los bazares de la ciencia de los Lombroso y los Ferri, de los Fouillée y de los Janet, le produjeron una mala impresión.
Este espíritu latino y su claridad tan celebrada le pareció una de las cosas más insulsas, más banales y anodinas. Debajo de los títulos pomposos no había más que vulgaridad a todo pasto. Aquello era, con relación a la filosofía, lo que son los específicos de la cuarta plana de los periódicos respecto a la medicina verdadera.

En cada autor francés se le figuraba a Hurtado ver un señor cyranesco, tomando
actitudes gallardas y hablando con voz nasal; en cambio, todos los italianos le parecían barítonos de zarzuela.
Viendo que no le gustaban los libros modernos volvió a emprender con la obra de Kant, y leyó entera con grandes trabajos la “Crítica de la razón pura”.
Ya aprovechaba algo más lo que leía y le quedaban las líneas generales de los sistemas que iba desentrañando.

Die Basare der Wissenschaft der Lombrosos und der Ferris, der Fouillées und der Janets, riefen in ihm einen schlechten Eindruck hervor. Dieser südländische Geist und seine ebenso gefeierte Klarheit schien ihm eine der fadesten, banalsten und unbedeutendsten Sachen zu sein. Hinter den pompösen Titeln war nichts als Vulgarität nach Herzenslust. Dies war in Bezug auf die Philosophie das, was die Fertigpräparate der vierten Seite der Zeitungen hinsichtlich der wahren Medizin sind.
Jeder französiche Autor erschien Hurtado wie ein Cyrano de Bergerac, der sich wie dieser in Pose setzte und mit nasaler Stimme sprach. Die Italiener hingegen kamen ihm vor, wie ein Bariton in einer Zarzuela. Als er sah, dass ihm die modernen Bücher nicht gefielen, nahm er Kants Werk nochmals in Angriff und las „Kritik der Vernunft“ mit viel Mühe ganz durch. Nun profitierte er etwas mehr vom Gelesenen und ihm blieben die allgemeinen Zeilen der Systeme, die er ergründete.




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